sábado, 31 de diciembre de 2016

El pavo, protagonista de la gastronómica fiesta

«Todavía faltaba lo más importante: el pavo, protagonista de la gastronómica fiesta; y la señora y su cochero, empujados rudamente por la corriente humana, atravesaron una profunda portada semejante a un túnel, viéndose en el _Clòt_, en la plaza Redonda, que parecía un circo con su doble fila de balcones.

Sobre el rumor del gentío, que encerrado y oprimido en tan estrecho espacio tenía bramidos de amor tempestuoso, destacábase el agudo chillido de la aterrada gallina, el arrullo del palomo, el trompeteo insolente del gallo, matón de roja montera, agresivo y jactancioso, y el monótono y discordante quejido del triste pato, que, vulgar hasta en su muerte, sólo conseguía atraerse la atención de los compradores pobres.

Sobre el suelo, con las patas atadas, recordando tal vez en aquella atmósfera de sofocación y estruendo las tranquilas llanuras de la Mancha o las polvorientas carreteras por donde vinieron siguiendo la caña del conductor, estaban los pavos, con sus pardas túnicas y rojas caperuzas, graves, melancólicos, reflexivos, formando coro como cónclave de sesudos cardenales y moviendo filosóficamente su moco inflamado, para lanzar siempre el mismo cloc-cloc-cloc prolongado hasta lo infinito.

Doña Manuela buscó lo más raro y costoso del Mercado: tres pares de perdices, que bailoteaban con descoco dentro de una jaula, mostrando sus polonesas encarnadas. Visanteta las arreglaría para la cena de la noche. Después compró el pavo, un animal enorme que Nelet cogió con cariño casi fraternal, después de tentarle varias veces los muslos con una admiración que estallaba en brutales carcajadas.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Mercado de aves. Circa 1910

Todocolección

viernes, 30 de diciembre de 2016

Allí estaban las gallineras en sus mesas empavesadas

«Otra vez las compras; pero ahora fuera de la plaza, en la calle del Trench. Allí estaban las gallineras en sus mesas empavesadas de aves muertas colgando del pico, con la cresta desmayada, y cayéndoles como faldones de dorada casaca las rubias mantecas. Las salchicherías exhalaban por sus puertas acre olor de especias, con cortinajes de seca longaniza en los escaparates y filas de jamones tapizando las paredes; las tocinerías tenían el frontis adornado con pabellones de morcilla y la blanca manteca en palanganas de loza, formando puntiagudas pirámides de sorbetes, y los despachos de los atuneros exhibían los aplastados bacalaos que rezuman sal; las tortugas, que colgantes de un garfio patalean furiosas en el espacio, estirando fuera de la concha su cabeza de serpiente; las pintarrajeadas magras del atún fresco, y las ristras de colmillos de pez, amarillentos y puntiagudos, que las madres compran para la dentición de los niños.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto de aves en el Mercado Central

Un mercado de historia

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jueves, 29 de diciembre de 2016

Con festones otras, como bonetes de paje

«La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera; las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos; las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel. A un extremo del mercadillo, cerca del Repeso, los panaderos con sus mesas atestadas de libretas blancas y morenas, prolongadas unas, como barcos, y redondas y con festones otras, como bonetes de paje; y un poco más allá, los «tíos» de Elche mostrando sus enormes sombreros tras la celosía formada por los racimos de dátiles de un amarillo rabioso.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado

Todocolección



miércoles, 28 de diciembre de 2016

Como si acabase de pasar un Herodes

«Doña Manuela iba siguiendo los callejones tortuosos formados por las mesas cercanas al mercadillo de las flores. Allí estaba toda la aristocracia del Mercado, la sangre azul de la reventa, las mozas guapas y las matronas de tez tostada y espléndidas carnes, con su aderezo de perlas y pañuelo de seda de vivos colores. Doña Manuela continuaba haciendo sus compras, deteniéndose ante los productos raros y extraños para la estación que puede ofrecer una huerta fecunda, cuyas entrañas jamás descansan y que el clima convierte en invernadero. En lechos de hojas estaban alineados y colocados con cierto arte los pimientos y tomates, con sus rubicundeces falsas de productos casi artificiales; los guisantes en sus verdes fundas; todo apetitoso y exótico, pero tan caro, que al oír sus precios retrocedían con asombro los buenos burgueses que por espíritu de economía iban al Mercado con la espuerta bajo la raída capa.

Allí era donde resultaba más insufrible el monótono zumbido del Mercado. El techo bajo de los pórticos repercutía y agrandaba las voces de los compradores. Un hedor repugnante de carne cruda impregnaba el ambiente, y sobre la línea de mostradores ostentábanse los rojos costillares pendientes de garfios, las piernas de toro con sus encarnados músculos asomando entre la amarillenta grasa con una armonía de tonos que recordaba la bandera nacional, y los cabritos desollados, con las orejas tiesas, los ojos llorosos y el vientre abierto, como si acabase de pasar un Herodes exterminando la inocencia.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puestos de frutas y verduras en la Plaza del Mercado. Años 20

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martes, 27 de diciembre de 2016

Exhalaban el acre perfume de los bosques

«Andábase con dificultad, temiendo meter el pie en las esteras de esparto redondas y de altos bordes, en las cuales amontonábanse, formando pirámide, las lustrosas castañas de color chocolate y las avellanas, que exhalaban el acre perfume de los bosques. Las nueces lanzaban en sus sacos un alegre cloc-cloc cada vez que la mano del comprador las removía para apreciar su calidad; y un poco más adentro, como un tesoro difícil de guardar, estaba en pequeños sacos la aristocracia del casquijo, las bellotas dulzonas, atrayendo las miradas de los golosos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

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lunes, 26 de diciembre de 2016

Un martilleo estridente, un incesante trac-trac

«Ya estaba agotado el artículo de verduras; ahora a otra cosa. Y atravesando el arroyo, pasaron a la acera de enfrente, a la del Principal, donde estaban los vendedores del casquijo, ¡Vaya un estrépito de mil diablos! Bien se conocía la proximidad de las escalerillas de San Juan, con sus lóbregas cuevas, abrigo de los ruidosos hojalateros. Un martilleo estridente, un incesante trac-trac del latón aporreado salía de cada una de las covachuelas, cuyas entradas lóbregas, empavesadas con candiles y farolillos, alcuzas y coberteras, todo nuevo, limpio y brillante, recordaban las lorigas de aceradas escamas de los legionarios romanos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Covetes del Mercat

La vieja Valencia, mercantil y artesana. 
María Ángeles Arazo. 
Francesc Jarque

Subida por Carlos Tárrega Momblanch a VAHG


domingo, 25 de diciembre de 2016

Marchaba por el estrecho callejón que formaban las huertanas

«Doña Manuela marchaba por el estrecho callejón que formaban las huertanas, sentadas en silletas de esparto, teniendo en el regazo la mugrienta balanza, y sobre los cestos, colocados boca abajo, las frescas verduras. Allí, los obscuros manojos de espinacas; las grandes coles, como rosas de blanca y rizada blonda encerradas en estuches de hojas; la escarola con tonos de marfil; los humildes nabos de color de tierra, erizados todavía de sutiles raíces semejantes a canas; los apios, cabelleras vegetales, guardando en sus frescas bucles el viento de los campos, y los rábanos, encendidos, destacándose como gotas de sangre sobre el mullido lecho de hortalizas. Más allá, filas de sacos mostrando por sus abiertas bocas las patatas de Aragón, de barnizada piel, y tras ellos los churros , cohibidos y humildes, esperando quien les compre la cosecha, arrancada a una tierra ingrata en fuerza de arañar todo un año sus entrañas sin jugo.»

Arroz y tartana
Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado

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sábado, 24 de diciembre de 2016

En el mercado verde. 100 años del Mercado de Colón. Vídeo

«En el mercado verde,
bala
del profundo
océano,
proyectil
natatorio,
te vi,
muerto.

Todo a tu alrededor
eran lechugas,
espuma
de la tierra,
zanahorias,
racimos,
pero
de la verdad
marina,
de lo desconocido,
de la
insondable
sombra,
agua
profunda,
abismo,
sólo tú sobrevivías
alquitranado, barnizado,
testigo
de la profunda noche.

Sólo tú, bala oscura
del abismo,
certera,
destruida
sólo en un punto,
siempre
renaciendo,
anclando en la corriente
sus aladas aletas,
circulando
en la velocidad,
en el transcurso
de
la
sombra
marina
como enlutada flecha,
dardo del mar,
intrépida aceituna.

Muerto te vi,
difunto rey
de mi propio océano,
ímpetu
verde, abeto
submarino,
nuez
de los maremotos,
allí,
despojo muerto,
en el mercado
era
sin embargo
tu forma
lo único dirigido
entre
la confusa derrota
de la naturaleza:
entre la verdura frágil
estabas
solo como una nave,
armado
entre legumbres,
con ala y proa negras y aceitadas,
como si aún tú fueras
la embarcación del viento,
la única
y pura
máquina
marina:
intacta navegando
las aguas de la muerte.»

En el mercado verde

Pablo Neruda


viernes, 23 de diciembre de 2016

Dábanse tremendos encontrones los compradores

«La multitud, chocando cestas y capazos, arremolinábase en el arroyo central; dábanse tremendos encontrones los compradores; algunos, al mirar atrás, tropezaban rudamente con los mástiles de los toldos, y más de una vez, los que con el cesto de la compra a los pies regateaban tenazmente eran sorprendidos por el embate brutal y arrollador del agitado mar de cabezas. Algunos carros cargados de hortalizas avanzaban lentamente rompiendo la corriente humana, y al sonar el pito del tranvía que pasaba por el centro de la plaza, la gente apartábase lentamente, abriendo paso al jamelgo que tiraba del charolado coche, atestado de pasajeros hasta las plataformas. Sobre el zumbido confuso y monótono que producían los miles de conversaciones sostenidas a la vez en toda la plaza, destacábanse los gritos de los vendedores sin puesto fijo, agudos y rechinantes unos, como chillido de pájaro pedigüeño, graves y foscos otros, como si ofreciesen la mercancía con mal humor.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado


http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=97076563

jueves, 22 de diciembre de 2016

Que es para Valencia vientre y pulmón a un tiempo

«En este ancho espacio, que es para Valencia vientre y pulmón a un tiempo, el día de Nochebuena reinaba una agitación que hacía subir hasta más arriba de los tejados un sordo rumor de colosal avispero. 

La plaza, con sus puestos de venta al aire libre, sus toldos viejos, temblones al menor soplo del viento, y bañados por el rojo sol con una transparencia acaramelada, sus vendedores vociferantes, su cielo azul sin nube alguna, su exceso de luz que lo doraba todo a fuego, desde los muros de la Lonja a los cestones de caña de las verduleras, y su vaho de hortalizas pisoteadas y frutas maduras prematuramente por una temperatura siempre cálida, hacía recordar las ferias africanas, un mercado marroquí con su multitud inquieta, sus ensordecedores gritos y el nervioso oleaje de los compradores.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto en la Plaza del Mercado. 1916

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miércoles, 21 de diciembre de 2016

Sobre el revoltijo de toldos

«Frente a la Lonja, el Principal, pobrísimo edificio, mezquino cuerpo de guardia, por cuya puerta pasea el centinela arma al brazo, con aire aburrido, rozando con su bayoneta a los soldados libres de servicio, que digieren el insípido rancho contemplando el oleaje de alimentos que se extiende por la plaza. Más allá, sobre el revoltijo de toldos, el tejado de cinc del mercadillo de las flores; a la derecha, las dos entradas de los pórticos del Mercado Nuevo, con las chatas columnas pintadas de amarillo rabioso; en el lado opuesto, la calle de las Mantas, como un portalón de galera antigua, empavesada con telas ondeantes y multicolores que las tiendas de ropas cuelgan como muestra de los altos balcones; en torno de la plaza, cortados por las bocacalles, grupos de estrechas fachadas, balcones aglomerados, paredes con rótulos, y en todos los pisos bajos, tiendas de comestibles, ropas, drogas y bebidas, luciendo en las puertas, como título del establecimiento, cuantos santos tiene la corte celestial y cuantos animales vulgares guarda la escala zoológica.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Mercado de flores. 1905

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martes, 20 de diciembre de 2016

Acariciada por el sol de invierno

«En el lado opuesto la Lonja de la Seda, acariciada por el sol de invierno y luciendo sobre el fondo azul del cielo todas las esplendideces de su fachada ojival. La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos; las portadas que rasgan el robusto paredón, con sus entradas de embudo, compuestas de atrevidos arcos ojivales, entre los que corretean en interminable procesión grotescas figurillas de hombres y animales en todas las posiciones estrambóticas que pudo discurrir la extraviada imaginación de los artistas medievales; en las esquinas, ángeles de pesada y luenga vestidura, diadema bizantina y alas de menudo plumaje, sustentando con visible esfuerzo los escudos de las barras de Aragón y las enroscadas cintas con apretados caracteres góticos de borrosas inscripciones; arriba, en el friso, bajo las gárgolas de espantosa fealdad que se tienden audazmente en el espacio con la muda risa del aquelarre, todos los reyes aragoneses en laureados medallones, con el casco de aletas sobre el perfil enérgico, feroz y barbudo; y rematando la robusta fábrica, en la que alternan los bloques ásperos con los escarolados y encajes del cincel, la apretada rúa de almenas cubiertas con la antigua corona real.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



La Lonja

Todocolección

Subida por Isabel Huedo Saiz​ a VAHG



lunes, 19 de diciembre de 2016

Cobraré el aguinaldo en billetes de uno a uno

«Ya he sacado mis cuentas
y no le pago
a nadie.

Ni al sastre que me hizo estas solapas
como alas de palomo
ni al pobre almacenero
que no me vende azúcar
ni al Banco que me ahorca
ni al librero que gime
ni al destino que claro no recoge
las tiernas oraciones
que envío contra reembolso.

Ya he sacado mis cuentas
y no le pago
a nadie.

Cobraré el aguinaldo en billetes de uno a uno,
y me iré caminando por Dieciocho
silbando un tango amargo
como otro distraído.»

El aguinaldo 

Mario Benedetti


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domingo, 18 de diciembre de 2016

Podía ir describiéndola sin olvidar un solo detalle

«¡Cómo estaba grabado en su memoria el aspecto de la plaza! La veía cerrando los ojos y podía ir describiéndola sin olvidar un solo detalle. Desde el lugar que ocupaba veía al frente la iglesia de los Santos Juanes, con su terraza de oxidadas barandillas, teniendo abajo, casi en los cimientos, las lóbregas y húmedas covachuelas donde los hojalateros establecen sus tiendas desde fecha remota. Arriba, la fachada de piedra lisa, amarillenta, carcomida, con un retablo de gastada es cultura, dos portadas vulgares, una fila de ventanas bajo el alero, santos berroqueños al nivel de los tejados, y como final, el campanil triangular con sus tres balconcillos, su reloj descolorido y descompuesto, rematado todo por la fina pirámide, a cuyo extremo, a guisa de veleta y posado sobre una esfera, gira pesadamente el pájaro fabuloso, el popular _pardalòt_ con su cola de abanico.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado. Principios del XX

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sábado, 17 de diciembre de 2016

Conocía bien la plaza

«Doña Manuela permaneció inmóvil algunos minutos en la bocacalle. Parecía mareada y confusa por el ruidoso oleaje de la multitud; pero en realidad, lo que más la turbaba eran los pensamientos que acudían a su memoria. Conocía bien la plaza; había pasado en ella una parte de su juventud, y cuando de tarde en tarde iba al Mercado por ser víspera de festividad en que se encendían todos los hornillos de su cocina, experimentaba la impresión del que tras un largo viaje por países extraños vuelve a su verdadera patria.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado. Principios del XX

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viernes, 16 de diciembre de 2016

Valencia entera estaba allí

«¡Gran Dios...! ¡cuánta gente! Valencia entera estaba allí. Todos los años ocurría lo mismo en el día de Nochebuena. Aquel mercado extraordinario, que se prolongaba hasta bien entrada la noche, resultaba una festividad ruidosa, la explosión de alegría y bullicio de un pueblo que entre montones de alimentos y aspirando el tufillo de las mil cosas que satisfacen la voracidad humana, regocijábase al pensar en los atracones del día siguiente. En aquella plaza larga, ligeramente arqueada y estrecha en sus extremos, como un intestino hinchado, amontonábanse las nubes de alimentos que habían de desparramarse como nutritiva lluvia sobre las mesas, satisfaciendo la gigantesca gula de la Navidad, fiesta gastronómica, que es como el estómago del año.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado. Principios del XX

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jueves, 15 de diciembre de 2016

Doña Manuela se detuvo como desorientada

«El cochero, con una enorme cesta en la mano y una espuerta no menor a la espalda, tenía la expresión resignada y pacienzuda de la bestia que presiente la carga. La muchacha también llevaba una cesta de blanco mimbre, cuyas tapas movíanse al compás de la marcha, haciendo que el interior sonase a hueco; pero no se preocupaba de ella, atenta únicamente a mirar con ceño a los transeúntes demasiado curiosos o a pasear ojeadas hurañas de la señora al cochero o viceversa. Cuando, doblando la esquina, entraron los tres en la plaza del Mercado, doña Manuela se detuvo como desorientada.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado. 1897

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miércoles, 14 de diciembre de 2016

A las tres de la tarde

«A las tres de la tarde entró doña Manuela en la plaza del Mercado, envuelto el airoso busto en un abrigo cuyos faldones casi llegaban al borde de la falda, cuidadosamente enguantada, con el limosnero al puño y velado el rostro por la tenue blonda de la mantilla.

Tras ella, formando una pareja silenciosa, marchaban el cochero y la criada: un mocetón de rostro carrilludo y afeitado que respiraba brutal jocosidad, luciendo con tanta satisfacción como embarazo los pesados borceguíes, el terno azul con vivos rojos y botones dorados y la gorra de hule de ancho plato, y a su lado una muchacha morena y guapota, con peinado de rodete y agujas de perlas, completando este tocado de la huerta su traje mixto, en el que se mezclaban los adornos de la ciudad con los del campo.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado. Finales del XIX

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martes, 13 de diciembre de 2016

Y la máquina no había parado de silbar

«A la altura del Cabanyal el paisaje había comenzado a llenarse de tapias y escombreras con cañizares y almacenes destartalados, y en seguida el tren se había metido resoplando ya con lentitud entre las fachadas sucias con mucha ropa tendida en las ventanas y la máquina no había parado de silbar con un sonido amenazador cuando atravesaba algunas bocacalles de la ciudad que tenían la barrera echada, y en el paso a nivel del Camino de Tránsitos esperaba la gente con motos, bicicletas, camiones y otros carromatos.»

Tranvía a la Malvarrosa

Manuel Vicent


Avenida del Puerto en el cruce con la linea ferroviaria que transcurría por las 
actuales calle Ibiza y la de Serrería, a la derecha se puede ver la linea del
tranvia y a la izquierda las planchas de rodadura para los carros, al fondo el Puerto

Fotografía de los años 50, subida al foro Remember Valencia entrada 30279

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lunes, 12 de diciembre de 2016

Les paelles mostraven la panxa negrellosa

«Les paelles mostraven la panxa negrellosa i les entranyes que brillaven com l’argent, tot esperant el moment en què xisclarien sobre les flames; l’arròs en sacs; caragols de muntanya en enormes cassoles vorejades de sal que se n’eixien i mostraven les bellugadisses banyes al sol del matí; a un racó hi havia una fornada sencera de rotllos que escampaven en aquell ambient de sang i de greix la fragància del pa tendre i calent; les espècies per lliures en una capsa de llautó, i del celler eixien cuiros i més cuiros, que queien tremolosos en terra com cossos palpitants; alguns, enormes, contenien el vi negre per al dinar, i uns altres de més xicotets guardaven el nèctar de labóta del racó, aquell patriarca del qual es parlava en el poble amb respecte, i que amb el seu color clar i la seua corona de brillants era capaç de tombar al més valent.»

La cencerrada. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Mercado de Ruzafa. Luis Vidal Corella


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domingo, 11 de diciembre de 2016

Soñábamos con la vida

«Nunca habíamos andado tan de paso,
soñábamos con la vida
que nos quedaba por delante,
solo nos detuvimos en el mercado de las flores
oliendo diciembre,
esperando esa luz que se va temprano
sin trámites
a las cuatro de la tarde.»

El Mercado de Flores (fragmento)

Valentina

Mercado de flores

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sábado, 10 de diciembre de 2016

Los huertanos juntábanse a corrillos

«Era jueves, y, según una costumbre que databa de siglos, el Tribunal de las Aguas iba a reunirse en la puerta de los Apóstoles de la catedral de Valencia. 

El reloj de la torre llamada el Miguelete señalaba poco más de las diez, y los huertanos juntábanse a corrillos o tomaban asiento en los bordes del tazón de la fuente que adorna la plaza, formando en torno al vaso una animada guirnalda de mantas azules y blancas, pañuelos rojos y amarillos o faldas de indiana de colores oscuros.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


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viernes, 9 de diciembre de 2016

¡Al aigua fresque­ta!

«La pequeña Roseta, cargada con un cántaro casi tan grande como ella, iba vaso en mano por la playa de los baños, agitando su maraña de rubios pelos y gritando con voz débil: “Al aigua fresque­ta!”, sacada de la fuente del Gas”».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Acequia del Gas / d'en Gasch. Archivo de José Huguet

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jueves, 8 de diciembre de 2016

Lo que muda admiró de tu pureza

«Si ociosa no, asistió Naturaleza
incapaz a la tuya, oh gran Señora,
Concepción limpia, donde ciega ignora
lo que muda admiró de tu pureza.

Díganlo, oh Virgen, la mayor belleza
del día, cuya luz tu manto dora,
la que calzas nocturna brilladora,
los que ciñen carbunclos tu cabeza.

Pura la Iglesia ya, pura te llama
la Escuela, y todo pío afecto sabio
cultas en tu favor da plumas bellas.

¿Qué mucho, pues, si aun hoy sellado el labio,
si la naturaleza aun hoy te aclama
Virgen pura, si el Sol, Luna y estrellas?»

A la Purísima Concepción de Nuestra Señora

Luis de Góngora


Imagen de la Inmaculada Concepción de la Parroquia de Santa María del Mar

Todocolección

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Quiero que sepas una cosa

«Quiero que sepas
una cosa.

Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.

Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.»

Si tú me olvidas

Pablo Neruda

Todocolección

martes, 6 de diciembre de 2016

Que pasarán y pasarán

«Oh tierra, así,
tan áspera, tan suave,
cierra apenas los ojos, piensa en días
que pasarán y pasarán, callados,
tranquilos -esas matas
desconocidas, esas flores
silvestres, esos charcos-
sobre ti.»

La rambla (fragmento)

Erosión

César Simón


La Punta. 1930

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lunes, 5 de diciembre de 2016

Però ja m'he cansat d'esperar

«L'Estellés em va enganyar,‎
em va dir que l'amor,‎
era una pena i un consol, ‎
i jo, malauradament,‎
ho vaig creure en veure't.‎

Ell deia que era un desembre
plujós i abril florit,‎
jo el veig com una tempesta
continuada, sense treva,‎
esperant una cruïlla de mirades.‎

Potser jo sóc un impacient,‎
però ja m'he cansat d'esperar.‎
Potser aquest serà l'últim,‎
l'últim poema que t'escriuré,‎
de l'únic poeta que t'ha escrit.‎»

L'Estellés em va enganyar

Raimon Ribera Añó


Amor en La Albufera

Todocolección

domingo, 4 de diciembre de 2016

Con los ojos llenitos de ayer

«Penélope,
con su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón
y su vestido de domingo.
Penélope
se sienta en un banco en el andén
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.

Dicen en el pueblo
que un caminante paró
su reloj
una tarde de primavera.
"Adiós amor mío
no me llores, volveré
antes que
de los sauces caigan las hojas.
Piensa en mí
volveré a por ti..."

Pobre infeliz
se paró tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril
cuando se fue tu amante.
Se marchitó
en tu huerto hasta la última flor.
No hay un sauce en la calle Mayor
para Penélope.

Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.
Penélope
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.

Dicen en el pueblo
que el caminante volvió.
La encontró
en su banco de pino verde.
La llamó: "Penélope
mi amante fiel, mi paz,
deja ya
de tejer sueños en tu mente,
mírame,
soy tu amor, regresé".

Le sonrió
con los ojos llenitos de ayer,
no era así su cara ni su piel.
"Tú no eres quien yo espero".
Y se quedó
con su bolso de piel marrón
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación.»

Penélope

Joan Manuel Serrat


Los Viveros

Todocolección

sábado, 3 de diciembre de 2016

Quan mane el sol, trepollarem les eres

«—‎Amor, amor, que gran és la partida‎
i quin gran goig els fruits si benmaduren.‎
Terra ben ferma d’albarís, vinyes que es muden,‎
i un infinit dels solcs que ignora mida.‎

Quan mane el sol, trepollarem les eres.‎
Amor, amor, abraça’m de bestreta,‎
feina que fem serà feina ja feta, ‎
per si ens reté la nit fent oliveres.‎

Tant matinar és doll que enjoia els cors, ‎
mes, pels dos sols, l’esforç no paga pena.‎
Amor, amor, terra d’adob que va sent plena
hem de parar tot somniant heretadors.‎

Ha de pujar nostre treball constant
el dolç plorar de clares criatures.‎
Braços seran per fer, consol, ventures,‎
Amor, amor, per quan anem minvant.‎

‎‎—‎Ben cert serem tu i jo en un sol a penes.‎
L’estima em pot, vaja el bon grat guanyant.‎
Siga l’amor hagut abraç d’infant.‎
Vinguen els fills, i amb ells, gaubances plenes.»

Conversa del demà que voldríem

Cants (i encants) de noces

Sergi Gómez i Soler


La Alameda

Todocolección

viernes, 2 de diciembre de 2016

Que cada cual cumpliese su deber

«El puesto de la Sequiòta daba buen rendimiento. No eran las pescas fabulosas de otra época, pero había noches en que se llegaba muy cerca del centenar de arrobas de anguilas, y Cañamèl gozaba las satisfacciones del buen negocio, regateando el precio con los proveedores de la ciudad, vigilando el peso y presenciando el embarque de las banastas. Por este lado no iba mal la compañía; pero a él le gustaba la igualdad: que cada cual cumpliese su deber, sin abusar de los demás.»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


La pesca en La Albufera

Todocolección

jueves, 1 de diciembre de 2016

Y dormía como un príncipe

«...y dormía como un príncipe cuando, terminada una fiesta, y después de soplar y beber toda la noche, caía como un fardo en un rincón de la taberna o en un pajar del campo, y el pillete tamborilero, tan ebrio como él, se acostaba a sus pies cual un perrillo obediente.»

Dimoni. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


En la Albufera. Michael Wolgensinger

Todocolección