martes, 8 de noviembre de 2016

Abandonados en un mar sin límites

«El silencio era absoluto. El río, libre de la opresión de la ciudad, no mugía ya; se agitaba y arremolinaba en silencio, borrando todos los vestigios de la tierra. Los dos hombres se creían náufragos abandonados en un mar sin límites, en una noche eterna, sin otra compañía que la llama rojiza que serpenteaba en la proa y aquellas vegetaciones sumergidas que aparecían y desaparecían como los objetos vistos desde un tren a gran velocidad.»

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez


Amor de madre

Antonio Muñoz Degrain

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